La densidad de población en las ciudades se mantiene en constante crecimiento, Tuxtla Gutiérrez no ha sido la excepción; y son los estudiantes desde preparatoria hasta posgrados de diversos municipios, incluso de Oaxaca, quienes suman a esta estadística.
Nuestro cliente tenía muy clara la idea de ofertar el arrendamiento de departamentos, con la facilidad de que 2 estudiantes, o una joven pareja recién unida pudieran pagar uno, pero que a su vez ofertara algo diferente y que esto le diera ventaja sobre las otras propuestas en el barrio. Fue así como a partir de la necesidad de diversificar un concepto tan básico como los multifamiliares, se resolvió con dos ideas, “hacer ciudad” y “hacer comunidad”.
Hacer ciudad: las zonas habitables llegan a ser visiblemente herméticas, pero es su acceso principal el que permite una conexión directa con el peatón, al mantener abierto el abanico de acceso, se accede a una terraza muy amplia, que aveces funciona de cochera y otras de plazoleta, de aquellas en las que la vendimia ambulante (común en nuestro Tuxtla) pueda ofrecer sus productos hasta la puerta de cada hogar.
Hacer comunidad: está necesidad de enlazar colectivamente a los inquilinos no solo se produce desde la plazoleta de acceso, sino que también se intervino la quinta fachada, generando una terraza privada para sus usuarios y desde ahí se produce la interacción social entre los mismos, conectados siempre, visualmente, a la ciudad y al cerro Mactumatza que nos distingue.
La plástica del complejo se atreve a develar sus materiales constructivos, solo por luz y sombra, un blanco casi hetéreo define la sobriedad de los volúmenes, pero es la luz quien define la realidad, en base a sus texturas, como el ladrillo en muros y losas y el acero portante de los intersticios. Cada departamento permite el recorrido franco del viento y la luz natural, pues dentro de ellos, se propuso un cubo de luz desde el que nace vegetación y limpia a cada habitáculo implícito.
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