Delimita ciudades, separa continentes, nacen civilizaciones y es capaz de hacerlas desaparecer, siempre factor fundamental, el agua ha definido desde nuestra manera de alimentarnos hasta la manera en que vivimos nuestras ciudades, así como la plástica y materiales constructivos para protegernos de ella.
Analizando que el eco-ducto se define en base en la interacción con las redes de agua y las captaciones naturales, el proyecto propone utilizar el agua como elemento transformador: obviar la reacción natural de oxidación con el acero. Agregando el factor tiempo a la fórmula de diseño hará de una experiencia colectiva observar como el pabellón se va transformando en colores y texturas según las estaciones del año, la oxidación del pabellón será lo que las flores para el eco-ducto, el triunfo irrefutable de la naturaleza sobre las tectónicas.
Parte del programa arquitectónico se aterriza en un bloque central donde se ubica el aula para talleres, además del baño y bodega.
La envolvente que da esencia a nuestro pabellón es soportada por pilotes perimetrales que a su vez contiene las ilimitadas posibilidades de realizar una actividad y disfrutar del espacio en sí mismo sin perder conexión hacia el entorno urbano.
Tres planos girados hacia el cielo sobre su vértice más corto permiten que el objeto tectónico sutilmente toque el sitio y defina virtualmente los espacios contenidos en él, así como la relación contorno/vacío y los límites de interior/exterior.
El volumen se forma del límite del predio que emerge desde un punto para provocar la accesibilidad por el área de exposiciones.
La propuesta proyecta virtualmente el espacio contenido en sitio que en marque la traza urbana y respete el flujo colectivo, así como el paisaje urbano a través de paneles elevados que definan la relación contorno/vacío y los límites de interior/exterior.
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